La otra cara del mar
08.12.2007
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La otra cara del mar

El mar es el protagonista indiscutido de esta vivienda frente a la playa Mansa de una de las ciudades balnearias más deseables de toda Sudamérica.

El mar es el protagonista indiscutido de esta vivienda frente a la playa Mansa de una de las ciudades balnearias más deseables de toda Sudamérica. Sobre un terreno de 2000 metros cuadrados, esta casona rebate con sus líneas rectas el ondeado natural de las olas, y a la vez hace gala de un abanico de materiales que van de la madera a la piedra. En el interior, las obras de arte contaminan un minimalismo en clave natural, donde el color también tiene su lugar.

El mar tiene sus olas sobre la costa. Baña la arena de su bruma lechosa y regresa a su centro, en un vaivén eterno que consigue embriagar a cualquier espectador. Desde esta magnífica residencia de 450 metros cuadrados, esta misma –y prodigiosa- función se contempla todos los días, sin ticket de ingreso ni smoking requeridos. Ubicada sobre la playa, o más precisamente sobre un generoso terreno de un total de 2000 metros cuadrados, este remando de paz es también una obra destacada que ha sabido sacar el mejor provecho del medio ambiente, sin resignar una pica de calidad ni confort.

De este modo, sobre la basa de un terreno con desniveles naturales partió el estudio del arquitecto Litman –con gran experiencia en residencias de playa-, para dar vida a una vivienda “abierta” hacia el exterior. Los futuros moradores eran una framilia con hijos adolescentes, y su pedido fue lograr ambientes amplios pero a la vez propiciaran la independencia e intimidad.

Los materiales escogidos fueron la piedra, la madera y el vidrio. La playa Mansa y la isla Gorriti son algunas de las postales que se descubren a través de los enormes ventanales de doble altura diseñados especialmente, los cuales conviven con muros de piedra ubicados sobre los laterales y el acceso al frente de la casa, esto último con el fin de darles mayor privacidad de ambientes.

El sector social de la casa se ubicó en la planta baja (living, comedor y cocina), mientras que el entrepiso se reservó para el sector de huéspedes (un amplio dormitorio en suite) y la planta alta para el dormitorio principal (una suite con vestidor, completamente aislada del resto de la casa). Por último, el subsuelo alojó los tres dormitorios en suite para los más pequeños, así como el family con home theatre; a su salida, el sector de la parrilla y la piscina se dispusieron sobre el extenso jardín, como para mimetizarse con un paisaje que invita al ensueño.

Líneas depuradas

El perfil de esta vivienda enseña los corredores con varadas de madera, que invitan a reposar para disfrutar de panorámicas inolvidables. También están las grandes aperturas; una delgada y alargada, oportunamente iluminada, y que contrasta con el enorme muro de piedra que se observa al frente. La arquitectura respeta de manera incondicional el medio y el ritmo intrínseco del lugar.

Interiores para gozar

La arquitectura exterior también se proyecta en el interior, donde los materiales predominantes continúan siendo la piedra, la madera y el vidrio. La ambientación es un elogio a la simplicidad pero, también, al buen gusto. En la planta baja se ubica el living y el comedor, con amplios ventanales de doble altura mirando a la playa.

Sofisticación y funcionalidad

Entre los detalles contemplados por el estudio de arquitectura se cuentan los desniveles naturales del terreno, que fueron aprovechados oportunamente en la edificación. Otro factor importante fue que se trataba de una residencia pensada para disfrutar de la playa, y es por eso que cuenta con espacios amplios y de fácil circulación. A ellos se suma una escalera que no ha sido relegada a un lugar meramente funcional; por el contrario, es una pieza escultural que armoniza con el conjunto.